El CMAE presenta el proyecto inédito TERRA INCÓGNITA de Cristina Ferrández que se
nutre de la geografía, la exploración y la metafísica para acercarnos varias claves
de nuestro tiempo. Con una escenografía envolvente, esta creadora armoniza ética y
estética partiendo de sus anhelos de descubrimento para viajar hacia
lo indómito, más allá de las realidades físicas y mensurables, y adentrarse en
territorios no expoliados ni mancillados. Sus experiencias se plasman en la sala
conviviendo videoarte, dibujo, pintura, fotografía e instalación con materias
naturales.
Terraformación, cartografía subjetiva, islas emergentes,
exoplanetas, radiación cósmica, evolución,
multiversos, lo inmanente... son conceptos que devienen en la
creación de metáforas visuales instalativas que nos arrastran a un viaje a lo
desconocido todavía por descubrir o incluso por crear.
Esta pulsión genera unas obras que, aún viniendo del contacto con la vastedad de la
Naturaleza, trascienden nuestra realidad física trasladándonos a un paisaje
interior, a un territorio no conquistado que todavía subyace en lo más hondo del
ser humano, tal que utopías existenciales donde la creación de algo nuevo
se puede dar sin un previo orden establecido.
La conquista de un nuevo territorio, de esta TERRA INCÓGNITA, se convierte así en
la conquista de una utopía vital y necesaria.
En la última década la singular obra de Cristina Ferrández (Alicante, 1974) viene
analizando territorios de encuentros y claves para desvelar la fragilidad del
paisaje desde un posicionamiento ecológico, en la añoranza de ideales que ella
expresa con fotografías, audiovisuales, dibujos e instalaciones. La influencia de
los grandes artistas, pensadores y científicos es uno de los ejes discursivos de
sus proyectos.
Publicado en La Nueva España Avilés, sección: Opinión
13 de Junio 2019,
Vislumbrar un lugar invisible
Jaime Luis Martín
Cristina Ferrández Box
Terra incógnita
Del 29 de mayo al 14 de julio
CMAE
Fotografía: Ricardo Solís
La terra incógnita o terra ignota son conceptos que ya no existen, no quedan ya
territorios que no hayan sido explorados por el hombre, ya no queda espacios en
blanco en los mapas, la Tierra ha sido cartografiada en su totalidad, si bien
"conviene no olvidar -como señala Joan Nogué- que los paisajes (los visibles y
los invisibles) se construyen socialmente y que la mirada del paisaje es
extraordinariamente compleja y en ella interactúan muchas identidades sociales
diferentes", y hoy la "Terrae incognitae" la encontramos en los
paisajes de "la ciudad oculta", en las terrenos abandonados, en las
fronteras. Sin embargo, en Cristina Ferrández Box (Alicante, 1974) hay una
aproximación física al paisaje, ritual, ecológica, sagrada, mágica, cargada de
gestos, viviendo la experiencias de la naturaleza en sus propias carnes, como
restos de una celebración romántica de la belleza, buscando territorios no
contaminados, ni mancillados, allí donde todavía la tragedia no habita y podemos
encontrar lo incomprensible en el interior de cada uno de nosotros.
En sus escenografías se sirve del videoarte, el dibujo, la pintura, la fotografía y
la instalación, para trazar una travesía iniciática, un recorrido que sedimenta
poéticas contemplativas, un viaje al post-paisaje, a la nostalgia de la naturaleza,
constatando el desastre, el alejamiento, la ausencia, el vacío. En la última década
sus proyectos Blacklock Nature Sanctuary, Minessota; East Jerusalem-09 Arab Capital
of Culture, Palestina; Territorios de Encuentro, Patagonia; Simposio Threshold of
Time, Portland; Instantes de Paisaje'09 CDAN, Huesca; reivindican la densidad de un
proyecto, la resistencia de una creación que se mueve entre temporalidades
terrenales y experiencias sublimes.
La mar y la montaña son ejes temáticos de una creación que dialoga hipnotizada por
las olas, por la cadencia del tiempo que se rompe contra el cuerpo de la artista,
ritmos vitales agregándose al mar, en vídeos donde el movimiento sedimenta la
lentitud o crea diferentes escenarios del Planeta. Y más allá la montaña en cuya
altitud se revelan los límites de la viajera, perderse en lo inaccesible y en la
inmensidad, perderse en el misterio y encontrarse en las líneas vertical y
horizontal, las coordenadas de lo sagrado, el punto que abre un claro a la
esperanza. Sus performances son como celebraciones, con la serenidad de su cuerpo
desnudo sobre las piedras, los ritos, la conmemoración de la naturaleza, y en sus
instalaciones con piedras, pizarras y arenas crea espacios de recogimiento,
sabiendo que somos nómadas, condenados a no tener lugar. La música impregna todo el
recorrido por la muestra y la danza llega entre espesuras y claridades.
Hay mucho emocional en estos paisajes, en la búsqueda de lo primigenio, de lo
espiritual, un interior que se vuelve poroso en ese viajar, hay una búsqueda de
otra cartografía, utópica, sensorial, hay algo sanador que le acerca a los relatos
de Beuys, y algo de perderse en la inmensidad que respiraban los textos de Thoreau,
hay algo del Misterio que ilumina el conocimiento de Paul Evdokimov, algo de
paisajes intangibles, hay mucho paseo, mucho trabajo bien hecho, mucha honestidad,
hay un lugar invisible que Cristina vislumbra.